A veces las planes salen mejor de lo que pensaba uno. Hace ya un tiempo decidí visitar el Monasterio de Santa Comba de Naves, un pequeño monasterio benedictino situado muy cerquita de Ourense y no muy conocido. Al menos nos tan conocido como otros de la provincia. El caso es que este pasado fin de semana fue el día que decidió hacerle una visita. Las previsiones daban lluvias pero tan pronto llegue a Naves el día se mostraba espectacular. El cielo estaba prácticamente despejado (excepto algunas nubes amenazantes que se escondían en el horizonte), la temperatura pasó de suave, antes de empezar a caminar, a calurosa tan pronto inicié la marcha. Y para que el guión fuera perfecto, la puestaen escena se completó con una suave niebla. Una niebla que comenzó a cubrir el monasterio justo cuando estaba llegando a los pies de sus muros. 



Decir que las ruinas del monasterio de Santa Comba de Naves se encuentran en una ladera del valle del Miño a una altura de 350 metros sobre el nivel del mar, a menos de un kilómetro del pueblo de Naves. La única forma de llegar es a través de un secular camino empedrado  y que antiguamente unía San Miguel de Canedo, los Chaos de Amoeiro, Trasalva y Maside. El camino parte desde un antiguo “forno” musealizado y son varias los cruces que nos encontraremos por lo que debemos extremar las precauciones para no equivocarnos. Lo mejor es seguir el camino en el que abundan las profundas marcas de carros que dan muestra de la dureza y antigüedad de este camino que ascendía toda la ladera del Miño.





Como dije antes, el camino es corto y a pesar de algún que otro despiste no tardé en llegar a mi meta. Allí en medio del bosque se mostraron las ruinas del Monasterio de Santa Comba de Naves cubierto por un espeso manto de vegetación. Se trata de uno de los doce monasterios benedictinos medievales de la provincia de Ourense. A pesar de que no tenemos ningún documento fundacional sobre el monasterio de Santa Comba de Naves, ni ninguna piedra que indique alguna fecha concreta parece ser que sus orígenes se remontan al siglo IX  posiblemente al año 888, ya que se atribuye su fundación a Alfonso III. Esto se debe a un pergamino, hoy desaparecido, estudiado por Frai Benito de la Cueva en el siglo XVII donde se nombra el monasterio de Naves. Diversos pergaminos posteriores nos conducirán también a estas fechas del siglo IX. Se conservan unos cuantos pergaminos de este monasterio repartidos en tres archivos en donde se nos cuentan diversas actividades, donaciones y posesiones de este cenobio que ya desde el siglo XII dependería de Celanova y por eso el monasterio estaría regido por un prior y no por un abade. Sin embargo no fue hasta 1513 cuando fue anexionado definitivamente, junto con las iglesias de Santa María de Louredo y Santo Estevo de Untes, a este monasterio de Celanova mediante una bula del papa León X.

A lo largo de los siglos ha experimentado numerosos cambios pasando a ser una abadía independiente y finalmente con la reforma monástica del siglo XVI un priorato de Celanova con Arnoia, Bande, Rocas y Louredo. Una historia de fueros y predominancia que Rodrigo Pousa repasa en su publicación sobre el señorío de Santa Comba de Naves y en la que concluye que “Naves jugó un importante papel en la estructuración económica y la modificación del paisaje de la orilla norte del Miño donde se erigía y en concreto en la feligresía de Untes, donde incluso llegada la Edad Moderna seguía promoviendo la roturación de montes y conversión a viñedo de las tierras”.




El monasterio se encuentra medio engullido por la vegetación e incluso podría pasar desapercibido en diferentes épocas del año. Una vez allí,  pude comprobar las magníficas proporciones del edificio. Por fuera da la sensación de un edificio señorial, compacto y robusto, con ciertos matices de carácter defensivo. Se trata de una construcción rectangular de casi 480 m2 de planta distribuida en tres cuerpos paralelos principales. El del medio, el más estrecho, es un gran pasillo de casi 25 metros que recorre longitudinalmente todo el edificio, comunicando las salas entre si. Estas salas se localizan en los cuerpos laterales, mucho más anchos que el pasillo y con muros para divisiones internas.



El edificio original del monasterio de Santa Comba de Naves tenía planta baja, primer piso y un piso inferior para bodega o despensa, en donde aún se pude ver los restos de un antiguo lagar. En los sillares se puede apreciar los restos de la última reconstrucción del siglo XVIII asentada sobre una antigua edificación medieval. Se observan diferencias en los sillares labrados y los rústicos del pasado, así como restos de arcos sobre lo que hoy hay ventanas abocinadas. Unas de las señales más significativas y que nos muestran el origen medieval de la antigua edificación son la presencia de multitud de marcas de “canteiros” que se encuentran distribuidas por toda la construcción. Sobre las últimas ventanas abocinadas del siglo XVIII aún se pueden apreciar en varias de ellas los restos de arcos de medio punto del templo medieval. Sobre la puerta adintelada de entrada existe un escudo en el que se representa una cruz trebolada, un compás y un círculo que indican la nombrada pertenencia a Celanova.

Nada más entrar tenemos dos fantásticos arcos de medio punto que presumiblemente darían acceso a la escalera que comunicaba con el piso superior. Estos arcos también son de la última reconstrucción barroca. De la madera que supuestamente formaban las escaleras y los pisos no queda nada de nada y el suelo se encuentra cubierto de maleza y sillares del propio edificio. Lo que no nos damos cuenta cuando estamos dentro, es del fantástico emplazamiento de este cenobio que al estar en la ladera cuenta con unas excelentes vistas del valle de Miño en su dirección hacia la capital ourensana desde el cual se divisa gran parte de esta ciudad. Para darnos cuenta es mejor ir salir y dirigirse hacia el sur y ver desde la pequeña cumbre el maravilloso espectáculo visual. Desde este punto también podremos ver otro de los misterios de este lugar, que no es otro que la existencia de los restos de la capilla que curiosamente se encontraba separada del monasterio.




































A ella se puede acceder descendiendo este montículo o bien siguiendo en descenso el camino empedrado que nos llevará hasta los antiguos campos de cultivo de vid y maíz ligados al monasterio y que se encuentran junto a la capilla. La capilla es del mismo estilo que la última reconstrucción del cenobio, nos vamos por lo tanto al siglo XVIII. Así también lo parece indicar una inscripción en la puerta adintelada de la capilla en donde se puede leer el año de 1767, supuestamente el año de la construcción de la capilla ya que también leemos la palabra “edificose”. De la capilla podemos ver los restos de los arcos que sostienen malamente lo que queda de la bóveda de cañón que cubría el altar y los muros laterales que aún se conservan en buen estado. De la cubrición de la nave no queda nada.

Llama la atención las pequeñas dimensiones de la capilla lo que nos podría indicar una baja ocupación del monasterio ya en estas fechas. Cerca de la capilla discurre un riachuelo del que presuntamente se abastecerían los monjes del lugar.

El lugar, resiste el paso del tiempo, pero la naturaleza no da tregua y si alguien no lo remedia, el edificio quedará derruido en poco tiempo, ya que las enredaderas y los árboles se lo están engullendo y harán que este lugar siga para siempre en el olvido.


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