Situada en una escarpadísima ladera, a escaso metros de las aguas del río Miño y rodeada de una vegetación autóctona y de gran exuberancia que la tiene escondida a ojos de los más curiosos de encuentra, olvidada y silenciosa, la aldea de A Barca, perteneciente al municipio ourensano de Cortegada.
Como indicaba el diario El Pais, en un artículo del 2013, "sus vecinos abandonaron la docena de casas de piedra hace medio siglo cuando el frenesí de los pantanos franquistas ordenó construir el embalse de Frieira, que separa las provincias de Ourense y Pontevedra, lindando con Portugal".
Llegamos a media tarde y después de dejar el vehículo en el arcén del la OU-801, justo frente a donde "desemboca" la OU-904. No abrigamos, cogimos nuestras mochilas y descendimos por una una empinada pista dominada por una exuberante vegetación, por muros de piedra tapizados por ese verde y húmedo musgo "nuestro" que lo cubre todo.
Después de rocorrer unos escasos doscientos metros llegamos al pueblo. Allí vimos como la mayoría de las viviendas conservan su estructura de piedra y cómo decía el artículo de El Pais, "aunque las vigas y suelos de madera no han soportado que la naturaleza reclame su sitio tras medio siglo de abandono. En los caminos, bajo la alfombra de hojas de árboles caducos, todavía se encuentran tazones de cerámica, suelas de zapatillas, útiles domésticos de hierro y hasta pilas de petaca de marcas que no existen desde hace un cuarto de siglo"
Estuvimos moviéndonos entre las diversas viviendas, buscando algún que otro fantasma, tocando las piedras y subiendo y bajando por los muros, las escaleras, etc en busca de un buen lugar donde hacer uno, dos,...fotos
Hace unos cuantos años, unos cuantos siglos las gentes tuvieron que enfrentarse con el Rio Miño que les cortaba el paso. Las dificultades a la hora de construir puentes: habilidades técnicas, dificultadas debidas al caudal, a las crecidas del Miño, etc llevó que se utilizasen embarcaciones para lograr cruzar el río. Uno de esos lugares estaba en las proximidades de A Barca. El antiguo Camino Real que iba a Castilla pasaba por este lugar. El paso de personas y mercancías tenía su reflejo en las mejoras económicas del pueblo y sus habitantes. Reflejo de ello es la calidad de las construcciones de A Barca. Sin embargo, con la construcción de puentes a partir del siglo XIX, la aldea de A Barca, así como otras localidades que estaban en situaciones similares, fueron perdiendo el paso de transeúntes, de mercancías y, por tanto, fueron pediendo relevancia
Este lugar, el pueblo de A Barca "empezó a caer en desgracia tras la Primera Guerra Mundial, cuando en la década de los años veinte se construyó el puente de hierro, Ponte Filgueira, que salva el río a pocos metros del lugar. El negocio de las barcas entró en crisis y los vecinos se dedicaron al vino que hoy produce en masa todo el valle de O Ribeiro. La aldea está rodeada de terrazas artificiales de piedra en las que plantaban viñas y que, milagrosamente, también han sobrevivido al abandono. Casi todas las casas (algunas con dos plantas de hasta 250 metros cuadrados, lo que permite hacerse a la idea del poderío económico de este minúsculo pueblo) tenían bodegas anexas en las que aún se conservan muxegas labradas en piedra para pisar la uva durante la vendimia. Pero la estocada definitiva llegó con el embalse urdido por Franco y Pedro Barrié de la Maza".
La construcción de dicho embalse fue asumido por Unión Fenosa, siendo finalizado a principios de los años 70. Por aquellos años el pueblo ya estaba deshabitado ya aunque el pueblo nunca llegó a anegarse si ocurrió con las tierras fértiles que trabajaban los vecinos del pueblo.
Actualmente aun se conservan unas cuantas viviendas, por las que nos movimos un buen rato, que miran hacia el rio Miño, separadas de él de un "camino" bordeado de un precioso muro de piedra. Unas casas que están siendo devoradas por una naturaleza poderoso e inmisericorde
Un precioso lugar al que volveré, seguro, cuando llegue la primavera para disfrutar de sus colores, olores y sonidos.
