La otra noche no funcionaba el ascensor de mi edificio. Me decidí, no me quedaban más narices, a subir por la escalera. Llevaba algunas bolsas, no demasiadas, pero si las suficientes para comprender lo de la fuerza de la gravedad y lo del paso del tiempo. Según ascendía me llegaban los sonidos que procedían de las viviendas de mis vecinos. No entendía nada de lo que transcendía, ni tampoco era mi animo no respetar el íntimo fondo de aquellas casas. Lo que si me resultó curioso fué que aunque todas las puertas fuesen prácticamente iguales, unas mejor barnizadas que otras, unas más decoradas que otras, unas con luces y otras sin ellas, unas con muchas cerraduras y otras incluso entreabiertas, todas guardaban en su interior risas, lloros, brindis, grandes cenas, silencios y gritos, ausencias y regresos, abrazos y miradas,...
Es curioso, puesto que estando yo harto de verlas, sin embargo fué durante mi ascenso en un día de navidad cuando uno percibe cosas que aunque siempre estuvieron ahí, raramente me había detenido a observar. O si
Bueno, quizas la puerta de mi casa es demasiado para lo que tengo en casa.

PD: Buenos tiempos y buenos sentimientos a todos


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