Mi abuelo Manuel era músico. Un músico de pueblo, de un pequeño pueblo de Ourense. La música fue el único camino (bendito sea me contaba él) que le permitió subsistir de mejor manera, primero a una infancia vacía de la compañía, del cariño y de los consejos de unos padres que nunca llegó a conocer y después a una postguerra repleta de miserias y de hambre. Le permitió subsistir pero sobre todo le permitió ser el gran hombre que fue.

Mi abuelo tocó el saxo y el clarinete mientras sus enfermos pulmones aguantaron. Recuerdo sus esfuerzos para mostrarnos la belleza de un pasodoble mientras disponía de algo de aire en su cuerpo y recuerdo en sus ojos la desesperación y la rabia por no poder mostrar a sus nietos todo lo mucho que él sabía. Porque, mi abuelo, aparte de ser músico y haber formado varias orquestas fue un profesor que enseñó en la cocina de su casa, junto a una cocina de leña, a muchos jóvenes de pueblos cercanos los secretos de una partitura y el orgullo de crear melodías y sonidos que permitiese que la gente se divirtiese o se entristeciera que bailase o llorase, en definitiva que se olvidase de su rutina diaria aunque fuese durante un “momentiño” solamente.

Mi abuelo era músico y eso afloraba en su manera de ser de una forma clara. Su carácter, la manera como contaba las cosas, la emoción con que vivía la vida y como la compartía con los suyos,...

Mi abuelo se fue ya hace 24 años pero todavía recuerdo como olia su piel después de afeitarse, como eran sus manos cuando agarraba las mías, unas manos curtidas y con unos largos y delgados dedos, como miraba y como nos quería. Se fue y se llevo su música, se fue por que en algún lugar alguien quería a un buen músico que le tocase un pasodoble ....uno como el que dice

Siento en mí, triste emoción
Me voy sufriendo lejos de ti
Y se desgarra mi corazón
Nunca el sol, me alumbrará
Ya nunca más tu suelo veré
Lejos de ti, de pena moriré



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