No recuerdo cuantas veces fui a Madrid. No recuerdo cuantas veces pensé en salirme de la autopista y dirigirme a Segovia. No recuerdo cuantas, pero me imagino que en todos y cada uno de los viajes que realizaba.

Fue el primer miércoles de este mes de septiembre cuando saliendo de Madrid, de regreso a Galicia, decidimos que ya era el momento. Era un perfecto día para conocer Segovia, la ciudad vieja de Segovia y su acueducto que allá por el año 1985 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Entramos en la ciudad por la Avda de la Constitución y aparcamos en coche en la calle Pintor Montalvo, al lado de la Academia de Artillería. Desde allí, y a través de la Calle de San Francisco nos dirigimos hacia la Plaza del Azoguejo, hacia el Acueducto





La visión era esplendida. Despues de haber visto cientos de fotografías, en las pantallas de televisión, del ordenador, etc, allí delante nuestra se encontraba el increíble Acueducto romano de Segovia. Orgulloso de su belleza, de su arquería (167 arcos), de haber resistido al paso de los siglos y mantenerse en perfecto estado de salud. Y allí delante de el, en medio de la plaza estábamos nosotros mirando hacia arriba perplejos y encantados.

El acueducto romano fue levantado a principios del siglo II a.C., en época del emperador Trajano, y conduce las aguas del manantial de la Fuenfría, situado en la sierra cercana a 17 kilómetros de la ciudad. Esa agua recorre más de 15 kilómetros antes de llegar a la ciudad de Segovia. El agua se recoge primeramente en una cisterna conocida con el nombre de El Caserón, para ser conducida a continuación por un canal de sillares hasta una segunda torre (llamada Casa de Aguas), donde se decanta y desarena, para continuar su camino. Después recorre 813 m hasta lo alto del Postigo (el espolón rocoso sobre el que se asentaba la ciudad en torno al Alcázar). Antes, en la plaza de Díaz Sanz, hace un brusco giro y se dirige hacia la Plaza del Azoguejo, donde salva la depresión con una arquería, que presenta todo el esplendor del monumento.

Como eran las dos de la tarde tomamos la Avda del Acueducto para ir a comer a uno de los muchos restaurantes que se ofrecen en los soportales que se encuentran a la derecha. A la izquierda, domina el paisaje la Iglesia de San Clemente, de estilo románico (siglo XII-XIII) , formado por una sola nave y un ábside semicircular que es único en todo el románico segoviano por su estructura y decoración.











Después de una frugal comida comenzamos nuestra ronda por la ciudad. Caminando por la Calle Cervantes pudimos comprobar el mimo que los segovianos le dispensan a su preciosa ciudad. Mirásemos a donde mirásemos la belleza de sus edificios, el ritmo de una ciudad pequeña pero adornada de un pasado digno de guardar y de contar, la gente, la mucha gente que estaba como nosotros disfrutando de todo aquello, se nos presentaba generosamente para que lo disfrutasemos.

Como venía contado, comenzamos nuestro camino por la Calle Cervantes y desde los primeros pasos pudimos disfrutar de los abundantes palacios medievales con sus fachadas, portadas, patios de columnas, escudos y torreones. A pocos minutos alcanzamos el Mirador de la Canaleta desde donde pudimos observar gran parte de la ciudad y el estilo propio de tejados segovianos de teja y con la típica decoración de esgrafiados que hay en muchas fachadas, como se puede observar en el Teatro Cervanes, teatro que forma parte de la Casa de los Picos, edificio del último tercio del siglo XV y que es conocido por la decoración de su fachada, con 617 picos de granito, y por su patio renacentista.

Seguimos caminando por la Calle Juan Bravo hasta alcanzar la Plaza de Medina del Campo. En ese lugar, aparte de encontrar a varios grupos de turistas con sus guías, pudimos admirar la Casa-Museo del Torreón de Lozoya, la Iglesia de San Martín y la Cárcel Real o Cárcel Vieja y que actualmente desempeña funciones de biblioteca pública.









Continuando por la Calle Juan Bravo, alcanzamos la Plaza Corpus en donde aprovechamos para comprar unos helados antes de continuar por la Calle de la Judería Vieja. En esa plaza se encuentra el Convento de Corpus Christi que se levanta en el solar de la principal sinagoga de la aljama segoviana, la Sinagoga Mayor.

Bajando por la Calle de la Judería Vieja llegamos a la Plaza Rastrillo. Desde ahí tomamos la Calle Martinez Campos, un estrecha callejuela, en dirección al Alcázar. Bajamos por dicha calle, alcanzamos la Puerta de San Andrés y continuamos por la Calle del Socorro y la Ronda de Don Juan II antes de llegar a  nuestro destino. Durante ese recorrido, que coincidía con el trazado de la muralla, una muralla que ya existían cuando Alfonso VI de Castilla arrebató la ciudad a los árabes, quien mandó ampliarla llegando a tener un perímetro de 3 kilómetros, ochenta torres, cinco puertas y varios postigos. Su construcción se realizó principalmente con sillares de granito, aunque también se reutilizaron lápidas de la necrópolis romana. La muralla recorre el casco antiguo, y en la actualidad conserva tres puertas: San Cebrián, de gran austeridad; Santiago, de aspecto mudéjar; y San Andrés, puerta de acceso a la judería; y los postigos del Consuelo, de San Juan, del Sol y de la Luna.



















Accedimos a la Plaza de la Reina Victora Eugenia, que da acceso al Alcazar y que se encontraba guardada por un legionario romano, a través de una puerta en cuyo dintel de su verja dice: «Reinando Fernando VII año de 1817». 

Cruzamos la verja y un bonito horizonte, con la Torre de Juan II, nos confirmo que estábamos en los dominios del Alcázar.

El Alcázar de Segovia se alza sobre un cerro en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores. Es uno de los castillos-palacio más distintivos en España en  virtud de su forma de proa de barco. El Alcázar fue construido originalmente como una fortaleza por el rey Bereber Alí ibn Yúsuf en el siglo XII, pero ha servido como un palacio real, una prisión estatal, un centro de artillería y una academia militar desde entonces. Actualmente se utiliza como museo y posee una exhibición de archivos militares.

Después de ver las vistas de las tierras que están a sus pies, después de hacer unas cuantas fotos y después de descansar unos pocos minutos, dejamos el Alcázar y la Plaza y comenzamos a ascender por la Calle Daoiz hacia nuestro próximo destino, la Catedral de Santa María

Según íbamos avanzando observamos diversas portadas de una belleza discreta. Llegamos a la Plaza de la Merced donde paramos otro rato a beber y a disfrutar de la estampa que nos ofrecía la Iglesia de San Andrés. Esta iglesia románica de sencillo aspecto y coqueta nos miraba entre los árboles de la plaza. Su preciosa torre de ladrillo de cuatro cuerpos y toques mudejares se contrapone, sin restar un mínimo de belleza, con el resto del conjunto. Esta torre fue construida con posterioridad.







Seguimos. A unos pocos metros, a unos pocos minutos estábamos entrando en la Catedral de Segovia (la entrada cuesta 3,00 euros). La Catedral de Santa María es la última catedral gótica que se construyó en España. Está considerada como la obra maestra del gótico vasco-castellano y se la conoce como “La Dama de las Catedrales”. 

Señalar que la antigua catedral, de estilo románico y bajo la adveración de Santa María, se encontraba emplazada frente al Alcázar. Pero fue en 1521 en la Guerra de las Comunidades, cuando el templo sufrió las consecuencias del conflicto y Carlos V propuso al cabildo de la catedral la construcción de una nueva Sede, que fuese el timbre de gloria de toda la ciudad y el espejo de fe y religiosidad de todos los segovianos, que con su esfuerzo físico y económico levantaron esta catedral, bajo la adveración de la La Asunción de Maria al cielo y San Frutos, patrón de Segovia. 

Las obras comenzaron el día 8 de junio de 1525 de la mano del Obispo don Diego de Ribera y bajo la dirección del arquitecto Juan Gil de Hontañon, siendo consagrada el 16 de julio de 1768 por el entonces Obispo de Segovia, don Juan José Martínez Escalzo.

Para abaratar costes en la construcción, algunos elementos de la antigua catedral fueron trasladados al nuevo templo, como el coro, claustro, pila bautismal,...

Su estilo y cronología la definen como la última catedral gótica, pero hay que añadir que la concepción del espacio, la luminosidad, los volúmenes y su tratamiento responden a una estética renacentista. En su interior se encuentran grandes obras artísticas, de excelente calidad y de la mano de los mejores maestros

Tal como se muestra en el folleto que nos entregaron a la entrada en dicha catedral pudimos ver y disfrutar de multitud de capillas (de la Piedad, de San Andrés, de San Cosme y San Damián, etc), el Trascoló, la Sala Capitular, el Claustro del siglo XV, el Coro (ambos trasladados de la antigua catedral), el Altar Mayor y la explanada que se extiende frente a la Calle Dr. Castelo.

Después de un buen rato salimos a la Plaza Mayor



















La Plaza Mayor está delimitada por el ábside de la catedral y por la nueva iglesia de San Miguel. En esa precioso lugar pudimos ver el edificio del Ayuntamiento, el teatro Juan Bravo y unos bonitos edificios que guardan en sus bajos cafés, comercios, fondas, casas de comidas y hoteles.











Para completar nuestro recorrido nos dirigimos por varias calles con la intención de alcanzar el Acueducto desde el este. Comenzamos recorriendo la Calle de la Infanta Isabel, la Calle de José Canaletas, la Plazuela de los Espejos y la Plaza de la Reina Doña Juana para bajar hacia la Calle de San Agustín. Siguiendo esa ruta alcanzamos la Calle de San Juan desde donde pudimos observar la belleza y el poderío del Acueducto.

Todo lo que vino a continuación tuvo que ver con mostrar pleitesía a semejante monumento, a su belleza, a pensar en los hombres que lo levantaron. También hicimos unas cuantas fotos desde el mirador que esta junto al Obispado, y al que accedimos después de subir un buen numero de escaleras.

En esas mismas escaleras nos sentamos unos minutos para beber un poco de agua, para mirar. Para grabar en nuestra memoria aquel lugar













Se estaba haciendo tarde, teníamos un camino que recorrer para llegar a Galicia. Recogimos nuestras cosas y nos dirigimos a nuestro coche.

A los pocos minutos el sol comenzaba a esconderse. Los campos de Castilla comenzaban a volverse dorados. Era una perfecta estampa para un maravilloso día visitando una historica y bella ciudad. La ciudad de Segovia




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