Recuerdo como tomando unas cañas habíamos decidido montar "una peña". Todo aquello no tenia más intención, ni menos, que la de seguir juntándonos y hacer algo que nos permitiese vernos. Todos éramos amigos y vecinos del barrio. Allí apoyados en la barra del bar hablamos de hacer la quiniela todas las semanas, los más deportistas hablaban de juntarse los miércoles por la noche para jugar un partidillo, otros preferian ir con la familia y los niños a la playa o alguna fiesta y romería, otros le gustaba más el organizar cenas y comidas... Es caso es que con el tiempo la ideas y los planes resultaron ser muchos y variados. Alli mismo decidimos que todos los meses colaborásemos con un pequeña aportación económica para los gastos que pudiesen surgir, y para los vicios.

La cosa iban bien. La peña iba creciendo en gente, todos amigos, todos personas con ganas de pasarlo bien. Se planteo que alguien asumiera la responsabilidad de ser el "administrador". Estaba claro que era necesario la presencia de una persona que gestionara "los dineros", que pusiese cara al grupo cuando había que hablar con el del pabellón, o con el tipo de los autobuses, o con el otro tipo del restaurante,...

La verdad es que estábamos contentos, se iban haciendo cosas, todos los que formábamos parte del grupo lo pasábamos bien, todos colaborábamos de buena fe, cada uno hacia lo que podía. Con el tiempo "la peña" paso a ser "la asociación". Se comenzaron a organizar cursos, se daban charlas, se pusieron en marcha, dentro del local que alquilamos, guarderías para los críos del barrio y una pequeña cafetería para los mayores. El cabecilla de todo esto era el mismo de siempre. Este, un gran amigo mío, era un buen tipo, algo tozudo, pero un buen tipo. La gente lo quería y lo admiraba, admiraba como había logrado que la gente tuviese un sitio donde estar y un sitio donde hacer cosas y compartir experiencias. Este hombre con una pequeña charla con algún otro miembro del grupo montaba en un "plisplas" una curso de ganchillo o una fiesta de carnaval.

De la noche a la mañana el trabajo se le empezó a acumular, prácticamente todos los vecinos de barrio formaban parte de la "agrupación vecinal". Ya habían pasado también los años de "la asociación". Eramos muchos y era mucho lo que había que hacer. Mi amigo seguía al frente y convencido que sus ganas y sus años eran cosa más que suficiente para tirar adelante con aquella empresa. Pero la empresa fue dando muestras de su existencia, de su delicada existencia, cuando algunos vecinos comenzaron a quejarse de no ser tratados como tales, cuando a algunos se se cobraba "tanto" y a otros "tanto y tres cuartos", cuando algunos de los que le ayudábamos nos movíamos para que todo saliese razonablemente bien y otros ... y otros no aparecían mas que a comer.

Sin embargo el desorden, la falta de organización y la falta de administración fue apareciendo poco a poco y se hizo claramente patente cuando comenzaron ciertos problemas económicos, cuando era cada vez más necesario dedicar más tiempo para organizar actividades, incluso las más insignificantes, y cuando los miembros dispuestos a ello no sabían como hacerlo o cuando varios pretendían que fuese de la manera que ellos entendían como mas apropiada,... y sobre todo cuando algunos, los más jóvenes, reclamaron optar a la dirección de la agrupación con la intención de reformarla, de revitalizarla, de adecuarla a los nuevos tiempos.

Estos plantearon ante todos, la necesidad de contar con un esquema organizativo adecuado que permitiese coordinar los recursos y los esfuerzos necesarios para conseguir un objetivo final: la adaptación a nuevos tiempos y a nuevos vecinos y socios. La respuesta ante esta propuesta no se hizo esperar y se oyeron frases del tipo "el zorro sabe más por viejo que por zorro", o "cuando tu andabas con la bicicleta por la calle yo la mandaba en esta peña", ...Después de esto se justifico como razón para la lenta agonía de la agrupación la falta de participación de los vecinos, y sobre todo de los más jóvenes, se dijo que existen vecinos que no están a lo que deberían, que no piensan en el barrio ni en sus convecinos (malos vecinos), se recordó que si la agrupación siempre funcionó de la misma manera no podían entender porque no lo iba seguir haciendo y que todo, todo era culpa de los que solo sabían poner "peros" y objeciones,...y no dedicaban más horas al trabajo

Lo triste fue que la agrupación siguió bajo la tutela de los de siempre, mi amigos y los suyos, y las cosas continuaron como siempre. Se siguieron haciendo las cosas como siempre se hicieron, según a uno se le ocurrían o según las prisas que en cualquier momento surgiesen. Los vecinos dejaron de serlo para ser ciudadanos de a pie. Unos se hablaban poco y otros nada. Unos se conocían y otros no querían conocerse

La agrupación paso a ser "la asociación" y la asociación paso a ser "la peña".

Y allí sigue mi amigo, mandando una peña que ya solo da para juntarse a jugar una partida de tute los domingos por la tarde antes del partido del Plus.


Los jugadores de cartas(1892)-Paul Cézanne


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