“Me ofrezco como escuchador”. Creo que este anuncio lo voy a publicar en algún periódico en vista de las posibilidades profesionales que plantea. Me explico, hoy por la tarde me comentaba un compañero de trabajo, un comercial con el que me une una gran amistad, la cantidad de historias, de confesiones, de confidencias, de chismorreos, de “proyectos épico-trágico-alucinógenos” que le plantean “gratuitamente” la gente con la que habitualmente se relaciona, con la que habla durante su horario de trabajo (y también fuera de él). Estas historias, en una altísimo porcentaje, no tienen absolutamente nada que ver ni con lo que mi empresa ofrece ni con lo que su proyecto de negocio le demanda, son cuestiones personales, decepciones, alegrías y sustos que la vida les da y que necesitan digerirlo con alguien que se tome la molestia de escucharlos un par de minutos (es una manera de hablar, puesto que mi amigo me comentaba que ha estado horas atendiendo a sus sufridos “pacientes”).
Por ello me resulta curioso la facilidad con la que la gente abre la puerta de su “casa” para mostrarnos el salón donde se desarrollan las discusiones de pareja, las que tienen consigo mismo, el dormitorio donde duermen sus sueños y sus pesadillas mas cinematográficas, la cocina en donde se preparan los platos mas descabellados, las mezclas más increíbles, donde la vida real de la sociedad y “su vida real” llegan formar, a veces a partes iguales, una nueva cocina, digna de un Ferrán Adriá con un par de cervezas de mas,.....
Todo esto me hace pensar si es tan acuciante nuestra necesidad de hablar, de que nos escuchen, de contar con alguien junto a nosotros, de sentir y de sentirnos, de vivir otras vidas a parte de la que nos toco en suerte,....aunque esta sea ficticia (o no), una gran otra-vida dotada de los efectos especiales mas increíbles y con unos guiones dignos de Woody Allen, una vida que proyectaremos ante cualquier desconocido que nos echemos a la cara
Bueno, prueba de lo dicho anteriormente y como ejemplo es que yo estoy escribiendo esto a la espera de que alguien (¿) se pare a leerlo. Ja!
Oyentes hay muchos. Escuchadores pocos. Tendrás siempre trabajo, sólo hay que tener cuidado con el peso de las palabras.
ResponderEliminarY de los silencios. Que aún pesan más.