“Ergete muller”….con esta escueta frase el señor Luís se dirigía a su mujer como desde hace años siempre lo hizo. Estas palabras eran el inicio de otro día dedicado a los animales y a las fincas. Hoy tendrían, ambos, que cortar algo de hierba en una pequeña finca que esta a punto de ser devorada por el avance del pueblo de Riveira. Irían hasta allí, recorriendo unos tres kilómetros, en su carro, un carro de vacas. Antes tenían ocho o nueve vacas rubias con las que lograban obtener un cierto capital, ya fuese vendiendo su leche o vendiendo los terneros. El carro era el orgullo del señor Luís y de su señora esposa. Era un precioso carro de madera con un curioso trenzado de mimbre en vez de los habituales tablones que impiden que la carga acabe en el suelo. La esposa del señor Luís, es una gruesa y dura anciana de grandes gafas, una mujer siempre dispuesta a seguir las pautas marcadas por su marido refunfuñando y sonriendo, pues en el fondo de su corazón, o de su estomago, sabe, como todas las mujeres gallegas, que sin ella ni la casa ni la familia ni, por supuesto su marido, sirven para nada. El mayor de sus hijos, aunque había heredado de su padre las habilidades para labrar las fincas, para cuidar los animales, para trenzar el mimbre de manera que lograse llegar a fabricar cestos y otros utensilios había decidido, debido a la omnipresente presencia del mar, dedicarse a navegar por aguas lejanas en busca de otras cosas, de otra vida. Hoy era un orgulloso patrón de un barco pesquero que surcaba las costas de Singapur. La niña, ahora era una mujer de ciudad, casada y con una pareja de crios como Dios manda. Ellos, como siempre, seguían con su vida de siempre, orgullosos de ser como son, de hacer lo que hacen y de tener lo que tienen

Con este orgullo me contaron este fin de semana, en una de mis paseos en bicicleta, esta y otras historias después de haberle pedido permiso para fotografiar su orgulloso carro de vacas olvidándose completamente del paso del tiempo, de las urgencias que otros llevamos siempre en los bolsillo y abriéndome su corazón y las historias que componen su vida.
Como me dijeron antes de irme, antes se seguir mi etapa ciclista, lo principal para dormir y despertarse todas las noches y todas las mañanas con una tranquila sonrisa en los labios, es creer en lo que uno hace, y en hacer lo que a uno le gusta.

Yo sin duda, envidio su magnifico carro y todo lo que este representa.

Gracias desde aquí por esos momentos.

PD: Respecto su deseo de no salir en las fotos, “…quen non lle gusta nada, que saen moi feos,…..”



One Comment

  1. Aquel sonido de los carros, esa especie de cantar lastimero que tenían cuando iban cargados y sus ruedas pisaban asfalto, forma parte de mi infancia. Me gustaría volver a oírlo otra vez.
    No esperaba encontrar en un ascensor a nadie que le diese voz a ese carro y a los que algo más que vacas, sueños y recuerdos ungían en él.
    Gracias entonces.

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