Eran las once de la noche y el callejón estaba húmedo, sucio y oscuro. Solamente, cada diez metros, una luz amarillenta les hacia presuponer que había una farola. Esta hacía que los cartones húmedos que se amontonaban contra la pared tuviesen una aire mas triste, más miserable. Los tiempos eran difíciles y su mundo se había vuelta extraño. Habían perdido su trabajo y las perspectivas de encontrar una salida eran más bien escasas. Pero no eran los únicos, la gente de la ciudad sufría del mismo mal, muchos deambulaban buscando algo que llevarse a la boca o una manta con que taparse, algo que llevarse a las chabolas donde vivían, después de que los bancos se quedasen con sus casas. Era oscura la noche y mientras seguían caminando ella le agarraba con fuerza su brazo
Había sido un día infructuoso, otro más. No había empresas que los quisiesen, básicamente porque no había empresas. Las pequeñas tiendas, los bares y restaurantes se bastaban con lo que tenían, no querían incrementar sus gastos pues quizás mañana no pudiesen hacer frente a los impuestos que los tenían machacados. El gobierno tenia que defender los derechos sociales tal como predicaba un día si y otro también el presidente, ...
Salieron del callejón a un pequeño parque donde ya no había ni plantas ni césped y se sentaron en un banco que se encontraba bajo un limonero de tronco leñoso y color amarillento. Sin decirse nada, hacia frío y quizás eso también les quitaba las ganas de abrir la boca para dejar salir una palabra, el hombre sacó del bolsillo de abrigo un trozo de pan y un poco de mortadela. Se lo repartieron y se pusieron a comer con la vista puesta en el suelo y en sus viejos zapatos. De repente ella puso la mano sobre su pierna e hizo que él levantara la cabeza. Frente a ellos cuatro críos los miraban con tristeza, a unos tres metros de donde estaban sentados. Miraban el mendrugo de pan.
La chica extendiendo la mano le ofreció un trozo de comida, los niños seguían quietos, callados. "Acercaos" les decía ella a la vez que les animaba a que cogiesen el trozo de pan. El ante la actitud de su pareja hizo lo mismo. Un de ellos, un chico delgadito con el pelo castaño avanzó despacio, con miedo, y agarró el pan. Volviendo de hacia los otros chicos lo repartió y se lo comieron mientras seguían pendientes de ellos y de sus movimientos.
El hombre al ver la cara de los niños miró para ella, con complicidad dejando brotar una apena perceptible sonrisa. Después de que la chica le diese su comida, se levantó y dejo todo lo que tenían encima de un banco de piedra que tenían a su izquierda y se marcharon dejando que aquellos críos esa noche pudiesen cenar tranquilamente.
Estaban de nuevo, los dos caminando, con hambre pero contentos, caminaban hacia su vieja casa cuando vieron una puerta que estaba en el medio de la calle. Sólo había una puerta que filtraba una luz blanca. Se pararon no sabiendo que hacer, ni que pensar,... de repente la puerta se abrió y un la luz, como su fuese una corriente de aire, los golpeó tirándolos al suelo...
Cuando abrió los ojos vio un techo de color blanco, giro la cabeza hacia un lado y hacia otro. Ella no estaba con él. Se levantó rápidamente y la vio frente a un espejo totalmente cambiada. Estaba preciosa, su cuerpo era más bonito, más atlético. Se levanto de la cama y cuando se encontró justo detrás de la chica se vio a si mismo, también él había cambiado. Sus brazos, sus piernas, su torso ... además en su espalda dos grandes alas le dotaban de un aspecto mágico, de un aspecto increíble. Ella, que estaba leyendo un pergamino, se giró y viendo la ansiedad y la sorpresa en su cara lo tranquilizó agarrando las manos a la vez que le indicaba que se sentara que tenia algo que contarle
Así lo hicieron, ambos se sentaron y ella empezó a contarle, mientras él escuchaba atentamente. Le dijo que ambos eran los elegidos para cuidar de las de todos aquellos que lo estaban pasando mal en el mundo, en su mundo. llevarían la sonrisa y la tranquilidad a los que no tenían nada, le dirían la verdad de lo que ocurre, quitarían las cargas que soportasen por culpas de otros, enseñarían como hacer cosas que valiesen la pena y les mostrarían lo que no es importante, .... pero también lucharían contra los predicadores de mentiras, contra cualquier tipo de personaje sin moral, contra los gestores de embrollos, contra los avariciosos causantes de miserias, contra los inútiles de arriba y los vagos de abajo,....
Y eso, le dijo ella, eso lo podrán hacer porque son "unos superhéroes"