Llevaba varios días caminando entre abedules y castaños. Era una fría mañana de otoño donde el rocío que lo cubría todo calaba profundamente en la hambruna que lo poseía. Su barba larga, sus roídas ropas y sus desgastadas sandalias, su bastón y un bolsón de cuero donde portaba lo poco que tenía le daban un aspecto fantasmal a esa temprana hora. Caminaba hacia el este cuando después de alcanzar un pequeño promontorio vio a lo lejos el humo que subía lentamente desde las chimeneas de las casas que formaban una aldea situada en un pequeño valle rodeado de unas impresionantes montañas. Todas las casas presentaban un aspecto humilde a excepción de un pequeño campanario que sobresalía de manera protectora entre todas ellas. Siguió caminando hacia las casas agradeciendo a la providencia el haber encontrado ese lugar donde, sin duda, alguno de sus habitantes le podría ofrecer un poco de pan y un poco de vino. Los perros, en silencio, lo miraban mientras caminaba entre las casas, desconfiados, expectantes. Llamo a la puerta de la primera de las viviendas. Salio una mujer joven que portaba en brazos a un crío de meses mientras al fondo, al lado del fuego se veía a tres niños mas, con sus sucias caras y sus cabellos alborotados. “Buenos días, señora -dijo el viajero- llevo varios días caminando por estas tierras y me encuentro un poco débil por lo que le pido, por favor, un trozo de pan que alivie mi hambre”. La mujer mirándolo a los ojos, impasible le contestó que lo lamentaba pero tenia muchas bocas que alimentar y poco pan y que pidiese en otra puerta. Dando las gracias a la joven madre se despidió y se alejo de esta primera casa oyendo como se cerraba la puerta a sus espaldas. A unos pocos pasos de esta primera había otra casa y otra puerta. Llamo varias veces con el bastón no recibiendo mas repuesta que una indiferencia total. En la siguiente los malos modos y las malas palabras fueron todo lo que consiguió de su brusco habitante,....igual que esta fueron todas y cada una de las respuestas que obtuvo de las gentes del pueblo Apesadumbrado y hambriento decidió continuar con su camino. Portando en su corazón un triste rencor por la poca generosidad y la falta de piedad por parte de todos aquellos que desde las sombras de sus casas miraban hacia el extraño como se arrastraba por la pedregosa calle que cruzaba el pueblo mientras mantenía la cabeza gacha A la salida de la aldea, sobre una suave elevación estaba una casa de piedra con una mula atada a su entrada y un perro dormitando entre un montón de hierba seca. Una mujer cargaba las alforjas del animal con piezas de pan. Esta cuando vio pasar al vagabundo le pregunto si buscaba algo. "Un poco de generosidad me gustaría encontrar, pero con un trozo de pan ya me daría por satisfecho", contesto levantando la mirada. La mujer sin entender lo que decia, lo cogio de la mano y lo invito a entrar en la vivienda. Dentro había otra mujer, ambas eran hermanas, y estaba cociendo pan . La primera de ellas cogiendo un poco de masa lo metió en el horno y le ofreció un poco de vino rogándole que esperase un poco mientras se cocía el pan. Al poco la pieza creció tanto dentro del horno que le fue imposible a las dos mujeres poder sacarlo fuera por lo que tuvieron deshacer el pan recién hecho en trozos mientras le pedían disculpas por este contratiempo. El hombre, con una sonrisa, les dijo que era igual y que agradecía infinitamente su amabilidad. Tan pronto sació su hambre, se levantó y se dirigió hacia la puerta diciéndoles a las mujeres que por ningún motivo saliesen de casa, que se mantuvieran en ella durante las horas que le restaban a ese día. Bajó la colina hacia el pueblo y se dirigió a la plaza donde sus gentes se pararon a mirarlo mientras cuchicheaban entre ellos desconfiados. Tan pronto alcanzó el centro de la misma, se detuvo e irguiendo su bastón al cielo lo clavo en el suelo con gran decisión mientras gritaba a todos: “Aquí clavo mi bastón, aquí brote un gargallón”
El sol calentaba de manera inmisericorde, era sin duda un verano abrasador y los dos mercaderes sudaban mientras arrastraban sus monturas cargadas de mercaderías. Se dirigían al pueblo que se encontraba en las montañas y en donde esperaban realizar algunas ventas que compensasen tanto esfuerzo, tanto calor. Tan pronto alcanzaron la loma desde donde se ve el pueblo la sorpresa se reflejo en sus caras pues delante de ellos, allí donde antes había casas y gente había un gran lago que reflejaba el azul del cielo y donde destacaba una humilde casa de piedra en una pequeña isla situada en su mismo centro.
El pasado domingo llegue a Puebla de Sanabria por la mañana temprano. Me detuve algunos minutos para desayunar y leer el periódico. Poco después me monte en mi coche y me dirigí hacia la localidad de El Puente, punto de partida de un día por la zona cuyo epicentro es el Lago de Sanabria. Siguiendo una carretera local rodeada a ambos lados por una frondosa arboleda me dirigí a la parte norte de la laguna, hacia San Martín de Castañeda. Desde luego este es el sitio ideal para poder disfrutar de una vista completa del lago. Situado a lo largo de la carretera que lleva a la increíble Laguna de los Peces, es el núcleo mas antiguo de todos los que por allí podemos encontrar a parte de poseer un monasterio del siglo XII y de ser la fuente de inspiración de Miguel de Unamuno para escribir su libro "San Manuel, bueno y mártir" cuando allí vivió. Dejando atrás San Martín la carretera se vuelve estrecha y mareante por la cantidad de curvas que presenta, en cambio también es el camino hacia tierras donde las vacas pastan libremente, donde el paisaje es magnifico, la aire se hace sentir y el silencio es sobrecogedor. Al final de la misma está la Laguna de los peces. increíble por su situación y por en entorno que la enmarca. Desde luego que fue lo que mas me gustó del día. Regresando por la misma carretera me dirigí a Vigo, pueblo agrícola (son famosos sus habones) y ganadero con una creciente actividad de recuperación de sus casas con fines turísticos. A este pueblo lo siguieron Ribadelago Nuevo y Ribadelago Viejo (que aún muestra los daños causados por la riada en 1959 que destrozó el pueblo y mató a muchos de sus vecinos), Pedrazales con sus típicas construcciones sanabresas, Trefacio (quizás el mas bonito de todos los pueblos que vi), Galende,... Desde luego la zona merece la pena visitarla, sobre todo en primavera y otoño, caminar por sus sendas y sus rutas y ... pararse a tomar un café en cualquier cafetería pues os prometo que os darán una agradable conversación o incluso podréis oír alguna historia ...como la del vagabundo, su bastón y el "gargallón"