Cuando todos los días paso delante de su mesa, esta se encuentra llena de papeles. Estos no presentan ningún tipo de orden, estoy seguro de que la única función que tienen es la de esconder su vacío, el de la mesa y el suyo, el vacío de su tarea. Quizás sea por eso que no para de ir de un lado para otro, por lo que es raro encontrarlo sentado, siempre subiendo y siempre bajando, caminando por los pasillos o yendo en busca de cosas, en busca de los minutos. Sus manos siempre llenas de papeles y más papeles, de documentos para algún departamento. Su continua actividad la presenta adornada de una inmensa importancia cuando está frente a algún compañero donde, de paso, le cuenta el como y el porque de todo lo que ocurre por allí, esto siempre entre lamentos propios de un inútil y la chulería de un imbécil.
Otras veces si que se detiene, lo hace con solemnidad, respira y comienza un mitin adornado de un saber que nunca se molestó en tener. Habla por hablar, dice cosas que oye a otros tipos a los que, desde su criterio, si que poseen el definitivo conocimiento de las cosas. Le da absolutamente lo mismo hablar del interior de su casa como del interior de su culo. No entiende que lo íntimo es lo de uno y que hay que pedir permiso para tomarlo, pero tambier para compartirlo y no solo exigir que se respecte cuando no quiere que lo saquen en portada del panfleto vecinal
No se si existe alguna relación entre el vacío de su trabajo y su capacidad de llenar lo que lo rodea con vacuas palabras, pero todo esto lo complementa con una inexistente capacidad estética. Con ello no me refiero a que su aspecto no se ajuste más o menos a las modas. Cuestión esta que daría para discutir un rato y que me importa un bledo cuando se trata de los demás. Me refiero al hecho de que cuando uno hace algo, cualquier cosa, lo haga con elegancia, con cierto estilo, con orden. No entiendo, me jode mejor dicho, que las cosas se saquen de su sitio y se dejen en cualquier otro que no le corresponda, que las sillas parezcan personajes con vida que circulan solas por todos lados, que las torres de papeles crezcan y crezcan, y después siempre se llore por no encontrar lo que uno busca, que las notas sean trozos de papel escrito de cualquier manera y que no se considere al remitente como alguien al que debas un mínimo de atención. Odio la falta de gusto, la chabacanería. Me gustan las cosas bonitas
Alguien dirá que mi prepotencia, mi superioridad, mi “cabreo” me lo guarde o me lo trague, pero digo yo que un poquito de integridad, de inteligencia y de elegancia nos vendría bien a todos. Ah! y a mi....., por favor, que me dejen de tocar los huevos.
Otras veces si que se detiene, lo hace con solemnidad, respira y comienza un mitin adornado de un saber que nunca se molestó en tener. Habla por hablar, dice cosas que oye a otros tipos a los que, desde su criterio, si que poseen el definitivo conocimiento de las cosas. Le da absolutamente lo mismo hablar del interior de su casa como del interior de su culo. No entiende que lo íntimo es lo de uno y que hay que pedir permiso para tomarlo, pero tambier para compartirlo y no solo exigir que se respecte cuando no quiere que lo saquen en portada del panfleto vecinal
No se si existe alguna relación entre el vacío de su trabajo y su capacidad de llenar lo que lo rodea con vacuas palabras, pero todo esto lo complementa con una inexistente capacidad estética. Con ello no me refiero a que su aspecto no se ajuste más o menos a las modas. Cuestión esta que daría para discutir un rato y que me importa un bledo cuando se trata de los demás. Me refiero al hecho de que cuando uno hace algo, cualquier cosa, lo haga con elegancia, con cierto estilo, con orden. No entiendo, me jode mejor dicho, que las cosas se saquen de su sitio y se dejen en cualquier otro que no le corresponda, que las sillas parezcan personajes con vida que circulan solas por todos lados, que las torres de papeles crezcan y crezcan, y después siempre se llore por no encontrar lo que uno busca, que las notas sean trozos de papel escrito de cualquier manera y que no se considere al remitente como alguien al que debas un mínimo de atención. Odio la falta de gusto, la chabacanería. Me gustan las cosas bonitas
Alguien dirá que mi prepotencia, mi superioridad, mi “cabreo” me lo guarde o me lo trague, pero digo yo que un poquito de integridad, de inteligencia y de elegancia nos vendría bien a todos. Ah! y a mi....., por favor, que me dejen de tocar los huevos.