Todavía siento la mirada de sus ojos, todavía veo su pelo canoso, su seria cara que esconde una pícara e inteligente sonrisa, pero sobre todo noto como me agarra la mano fuertemente para que no me vaya mientras me sigue relatando las mismas historias de siempre con una gracia que posee y que no ha perdido a pesar de sus años.
Ya son noventa y dos los años de recuerdos y de momentos, ya son años.
Ya son noventa y dos los años de recuerdos y de momentos, ya son años.